Feria Zapotlán

Published on octubre 4th, 2019 | by lavozsur

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El huracán que devastó Zapotlán en octubre de 1890

En 1890 los zapotlenses daban gracias a San José por el copioso temporal de lluvias, el cual se extendió hasta el mes de octubre en medio de las fiestas.

Al mediodía del 18 de octubre, bajo un fuerte sol, nubarrones negros aparecieron bajo la Montaña Oriente. A las tres de la tarde la llovizna comenzó.

En aquella época Catedral se encontraba en construcción, el templo mayor era el que hoy conocemos como “El Sagrario”. Cuando salieron de misa, la lluvia ya era fuerte e ininterrumpida… así continuó todo el día 19 y el 20.

Ante la desesperación, los dirigentes indígenas pidieron al señor cura Don Pablo Contreras que les permitiera sacar las Sagradas Imágenes para que el diluvio cesara. El presbítero comentó que necesitaba primero la venia de las autoridades civiles, las cuales también se negaron, pues las calles se habían convertido en ríos y el riesgo de una tragedia era enorme.

La respuesta poco favorable provocó que varios indígenas se alcoholizaron e hicieran desmanes en el jardín principal. Pero la lluvia seguía, así llegó el 21 de octubre. Ese día hubo una ligera esperanza pues amaneció cayendo sólo una brisa; fue un espejismo, pues justo en ese momento Zapotlán se hallaba en el ojo del huracán y entonces las precipitaciones disminuyen. Y así fue, porque el torrencial aguacero regresó con más fuerza.

Nunca se había visto algo así: arroyos crecidos y desbordados, viento ensordecedor, creciente que arrastraba árboles, piedras y animales ahogados; puentes y bardas de casas eran derribados por igual. En la calle de San Pedro (hoy Primero de Mayo) el agua le llegaba a la cintura a las familias.

Alarma y ansiedad se apoderaban de la población en la víspera de la función del 22 de octubre.

El 22 salió el sol, iluminando la devastación del pueblo. Campesinos que observaban Zapotlán desde lo alto de los cerros creían que el diluvio había acabado con todo, mas esto no sucedió y la gente comenzó a sacar lodo y agua de sus casas, sin olvidarse de cumplirle al santo patrón.

El 23 de octubre los zapotlenses, en su mayoría indígenas, se reunieron en el atrio parroquial y pidieron autorización para sacar en procesión a San José, la Virgen del Rosario y el  niño Dios.

El coronel Andrés Michel, jefe político del Noveno Cantón, se enteró y envió un pelotón para impedirlo por los peligros que aún había; sólo les dieron permiso para hacer un breve recorrido por el  atrio y la celebración de una misa de acción de gracias por haber sobrevivido a tan terrible huracán, logrando llegar al fin de fiestas.

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