Aquel Visitante
Tenía tantas cosas que reclamarle, pero cuando vi su aspecto sombrío no dude en olvidar lo que venía a decirle y corrí lo más lejos posible. Lo tétrico de esto es que había conversado y jugado ajedrez durante muchas horas con alguien que había muerto hace veinte años.
Recuerdo que a altas horas de la noche llamaron a mi puerta, extrañado fui a ver quién era.
-¿Quién es? – pregunté.
Nadie respondió.
Sin pensarlo más, con la curiosidad que me corroía las manos, procedí a abrir poco a poco. Vi de arriba para abajo a un desconocido de aspecto delgado, tenía una chamarra café oscuro y un sombrero negro de ala ancha.
– ¡Hola! ¿Cómo estás, Roberto? ¡Tanto tiempo sin vernos! ¿Cómo te ha ido en tu trabajo de librero? Han pasado veinte años y aquí me tienes – me dijo el hombre.
-En lo que cabe me ha ido bien en la vida y en la librería también. Estoy muy confundido. No recuerdo donde te he visto, ayúdame a recordar, es tan repentino este encuentro que no me alcanza la memoria – le respondí sorprendido.
No sabía que decirle, a lo mejor me estaba confundiendo. El hombre me dejó de abrazar y se me quedó mirando fijamente. Cuando entré en razón ya estábamos sentados en la sala de mi casa.
-No te estoy confundiendo, Roberto. Intenta recordar donde nos conocimos.
No quise esforzarme, lo dejé así, ya lo recordaré después. Pasaron los meses y nos hicimos grandes amigos, nos frecuentábamos casi a diario y jugábamos ajedrez por las tardes. Un día al revisar mis cuadernos viejos me quedé estupefacto al leer un cuento que había escrito hace veinte años. Ya sabía en donde había visto a ese hombre.
Lo recuerdo perfectamente. Es el personaje que maté porque era un asesino y violador ¿Cómo se habrá salido de las páginas? Revisé entre mis papeles y ahí estaba el cuento, pero no estaba él dentro del texto.