Published on octubre 11th, 2019 | by lavozsur
0Historias de la Región – El oro de la Nación perdido en Zapotlán
Antes de ser asesinado, el presidente Venustiano Carranza dividió en tres partes el Tesoro de la Nación en lingotes de oro y los envió a Veracruz, Querétaro y Manzanillo. Pretendía que no hubiera saqueos.
El 6 de mayo de 1920 partió un ferrocarril de la Ciudad de México a Manzanillo. El día 10 hizo una parada en la estación de Zapotlán, donde un hombre misterioso aguardaba para enviar un telegrama a la estación de Tuxpan, que decía: “Llegó el gordo”.
Otro sujeto sospechoso recibió el mensaje y con prisa salió cabalgando hacia la barranca de Atenquique, donde esperaba su jefe, el bandido Pedro Zamora, con 100 hombres armados.
En Atenquique dinamitaron los rieles del tren. Un campesino del rancho de Agosto escuchó el estruendo de la explosión y avisó a dos soldados que pasaban por el Camino Real de Colima.
El par de militares, que nada podían hacer contra el centenar de bandoleros, desde Tuxpan intentaron evitar que el tren saliera de Ciudad Guzmán. Fracasaron con su telegrama porque los delincuentes trozaron un poste en Zapotiltic.
Tuvieron que seguir camino hacia Huescalapa, pegados a las vías, buscando encontrarse con el tren y avisarle al maquinista que lo detuviera. Ya casi al llegar al puente de la Barranca la Difunta encontraron a lo lejos el ferrocarril. El operador ignoró las advertencias, aunque minutos después puso atención a la desesperación de los muchachos y paró su marcha.
Entre los pasajeros surgió un hombre que se identificó como Secretario de Bienes Nacionales, viajaba con 15 guardias encubiertos que cuidaban el Tesoro. El funcionario decidió que darían reversa para regresar a Zapotlán.
Al llegar, bajaron a todos los civiles y los enviaron al hotel Anguiano. Pero les preocupaba qué harían para ocultar la valiosa carga. Abrir los vagones tampoco era una opción porque necesitaban llaves y contraseña que ningún tenía. La otra opción era usar sopletes de alta combustión que sólo había en Guadalajara.
La solución llegó: el líder de los guardias propuso utilizar una hondonada natural que estaba cerca. Movieron el tren para cambiarlo de vías, desengancharon el vagón blindado, volvieron a enganchar todo el ferrocarril menos el furgón de oro que quedó delante de la máquina, luego lo empujaron adentro de la hondonada, donde cavaron y lo cubrieron con tierra.
Apenas habían terminado la maniobra, llegaron a todo galope Zamora y sus hombres. En la balacera los militares perecieron. El bandido se dio cuenta que fue un error matarlos porque sólo ellos sabían dónde estaba el ansiado tesoro.
En vano buscaron el oro. Éste nunca apareció y es posible que aún esté reposando en algún lugar de Zapotlán… o que alguien lo haya encontrado.
Fotografía tomada en 1920, cuando reparaban las vías dinamitadas