La Observación
Cuando lo vi arriba, me di a la idea de que no se trataba de un globo, ni mucho menos de un drón. Esperé algunos minutos observándolo, y me pregunté si ese suceso era real o era una locura de mi imaginación, ya que no daba crédito a lo que apuntaban mis ojos. Ahí seguía sin moverse, sin producir sonido, la verdad no alcanzaba a comprender lo que estaba experimentado en carne propia. Por más que me tallé los ojos para mirar más claro, y me pellizqué con mayor fuerza el hombro; allí seguía, suspendido a unos cien o doscientos metros de altura aproximadamente.
Entonces seguí escudriñando detenidamente aquello, evitando que la mirada no se fuera para otro lado, no quise perderme ningún detalle importante del avistamiento.
Su asombrosa presencia y comportamiento permanecían estáticos, como si no tuviera prisa de irse. Pero a la vez pensé que allá arriba, él nos estaba observando a nosotros los de abajo con un gigantesco cuidado. Creo que tomó más interés en observarme sobre todos a los presentes que estaban alrededor; me di cuenta de ello porque sentía su fuerza sugestiva, la cual penetraba en mis emociones de curiosidad.
Por mi parte, observaba sin parpadear y como pude traté de investigar su procedencia de tal cosa; aunque la idea me aterraba, pero no tenía otra opción, ya que aquello trataba de moverse, no sé si por el viento que lo agitaba o por su propio consentimiento, lo hacía tal vez porque, ya estaba aburrido de permanecer estático, pensé lo mismo, así que me dispuse agitar mi papalote a otro extremo, lo intenté mover hasta que por fin cedió, pasaron tres minutos y me retire con mi cometa y mi imaginación.
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