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Published on septiembre 21st, 2018 | by lavozsur

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Especial: #CentenarioArreola

“Nunca creí querer tanto a Zapotlán. En mi pueblo he sufrido mucho y no he podido nunca pasear por sus calles el estandarte de un gran amor. ¿Me creerá usted si le cuento que algunas noches sufro por Zapotlán más de lo que sufrí en la más acerba noche que me proporcionó un desengaño amoroso? Zapotlán ha resultado para mí la novia más difícil de olvidar…”

“Darme a los demás, ser sincero, enseñar y formar a los que se acercan a mí de buena fe, sin esperar nada a cambio. Eso es lo que soy, lo que fui. El unicornio que buscaba todos los días a su dama en un claro del bosque para verse en su espejo y convertirse en tiempo de la memoria, en ese tempo en el que ahora escribo mi vida”

“Nunca creí querer tanto a Zapotlán. En mi pueblo he sufrido mucho y no he podido nunca pasear por sus calles el estandarte de un gran amor. ¿Me creerá usted si le cuento que algunas noches sufro por Zapotlán más de lo que sufrí en la más acerba noche que me proporcionó un desengaño amoroso? Zapotlán ha resultado para mí la novia más difícil de olvidar…”

Juan José Arreola nació el 21 de septiembre de 1918 en Ciudad Guzmán, Jalisco, localidad a la que nunca dejó de llamar por su nombre tradicional “Zapotlán el Grande”.

Su trayectoria literaria floreció en una época donde se le dio forma al cuento hispanoamericano. Corrientes como el realismo mágico dominaban este género, pero Arreola supo idear y detonar su propio estilo marcado por relatos breves, de argumentos perturbadores, impregnados de imaginación en su concepción y en la libre interpretación heredada a sus lectores. Las historias eran presentadas a través de un vasto conocimiento del lenguaje y de la influencia puesta en práctica de los grandes autores universales pues, como todo gran escritor, Arreola fue en primer término un gran lector.

Sus obras publicadas son: Gunther Stapenhorst (1946), Varia invención (1949), Cinco cuentos (1951), Confabulario (1952), La hora de todos (1954), Punto de plata (1948), Confabulario total (1962), su única novela La Feria (1963) y Bestiario (1972).

 

 

*Arreola a través de otros autores

“Desconfío de la literatura actual”, dijo Juan José Arreola en alguno de sus escritos. Yo agregaría: “Además de la literatura actual, yo desconfío de sus autores”. Pero no de todos. Respeto y admiro a dos o tres. Me valgo, para cimentar mi admiración y respeto, de un parámetro que quizá puede no resultar científico o cuando menos metodológico a quien lo juzgue más allá de mi propia estimación.

Yo admiro y respeto a todo escritor que en alguno de sus libros manifieste admiración por la obra de Juan José pues esto equivale, para mí, a que lo ha leído, releído, entendido y comprendido. Pues la obra de Arreola no es para todo público lector en la medida que él mismo lo declaró: “Yo soy escritor de pocos lectores, pero de muy buenos lectores”; o aquélla otra frase más lapidaria: “He preferido ser leído más por pocos que poco leído por muchos”. Es una verdad inapelable.

Arreola nos compromete en su lectura. En cualquiera de sus escritos por breve que éste sea (como “Profilaxis” o “Autri”), no pueden pasarse tres renglones sin que el autor nos esté citando en forma indirecta dos o tres autores de la literatura universal. Con esto quiero decir, grandes escritores consagrados por los siglos; además de que Arreola poseía un panteón secreto de autores que, debido a las guerras mundiales o a otros motivos, sus obras y traducciones son muy difíciles de ser conseguidas ahora pues sus ediciones originales publicadas entre los años 20 ó 30 no han sido reeditadas, tal vez por problemas de derechos de autor y/o conflictos con los herederos.

Entonces, el simple razonamiento que yo hago cuando tengo en mis manos un ensayo, un artículo, alguna revista cultural o un libro donde el autor habla bien de Arreola, es el siguiente: “Si habla bien de él es porque lo leyó, lo comprendió y su cultura personal le da la medida para poderlo abarcar aunque no sea en su totalidad”. Eso es todo.

Yo admiro y respeto a todo escritor que en alguno de sus libros manifieste admiración por la obra de Juan José pues esto equivale, para mí, a que lo ha leído, releído, entendido y comprendido. Pues la obra de Arreola no es para todo público lector en la medida que él mismo lo declaró: “Yo soy escritor de pocos lectores, pero de muy buenos lectores”; o aquélla otra frase más lapidaria: “He preferido ser leído más por pocos que poco leído por muchos”. Es una verdad inapelable.

Así aprendí a querer y a estimar a escritores como Emmanuel Carballo. El día que lo conocí porque él insistió en que comiéramos juntos, me dejó una agradable impresión. Señaló errores en mi libro, fallas de edición. También lo elogió. Luego bebimos vino tinto y blanco.

Otro escritor que respeto es Fernando del Paso. No me importa ya que su libro: “Memoria y olvido, vida de Juan José Arreola (1920-1947)”, tenga erratas y errores -algunos desde luego no intencionales- como es la foto cubierta donde aparece un niño sentado en un pupitre de escuela y que se supone es Juan José, cuando en realidad el que aparece en la foto es Rafael, su hermano, hecho que testifican sus hermanas Cristina y Virginia Arreola.

A Fernando lo conocía solo de “reojo”. Cuando Juan José vivía en la calle Mar Caspio del Country en Guadalajara, yo llegaba a visitarlo después que salía de la Facultad de Odontología, donde impartía una atropellada clase en un postgrado, todos los sábados.

Cuando yo llegaba, Fernando salía con su grabadora eléctrica bajo el brazo. Nos saludábamos simplemente. Eso era todo. Luego me tocaba encontrar un Juan José agitado, neurasténico y enfadado. Me confesaba que él no estaba de acuerdo en hacer “ese libro grabado” porque sabía que su lenguaje “hablado” distaba mucho del lenguaje escrito en donde él como árbol de conocimiento y memoria desplegaba sus mejores frondas. Pero no podía rehusarse. Me decía: “Fernando es amigo y no puedo negarme”.

Pero el día que nos volvimos a ver con Fernando, cuando vino a Zapotlán a dar una conferencia magistral en el inicio de clases de la carrera de Letras Hispánicas en el CUSur, todo malestar se derrumbó. Estuvo cordial y bondadoso conmigo. Cuando le dieron como obsequio un libro cuya publicación había apoyado la señora rectora del CUSur y la edición estuvo a mi cargo, pero que, debido a un problema de computadora en la imprenta había salido con 13 faltas y erratones, Fernando se soltó contando jocosas anécdotas acerca de erratas y errores que le habían publicado a él. Nos hizo reír. Fue muy lindo.

Otro autor contemporáneo que yo respeto mucho, es Felipe Garrido. Su último libro “Para leerte mejor”, ed. Planeta, yo lo empleo como material básico en un programa de lectura. Había leído de él prólogos y textos notables. Se percibe el respeto que tiene por Arreola. Se connota que lo ha leído a profundidad; además lo conoció y trató personalmente. Precisamente en el libro que mencioné viene una anécdota que refiere la última visita que hizo a Juan José en su “casa de Zapotlán”. Relata, a propósito de la memoria del lenguaje, que cuando lo subieron a su recámara, una de sus hijas le dijo: “Mira, papá, es Felipe. Anda, dile algo de Carlos”. Y Juan José, enfermo, casi inconsciente, barbotó versos de un poema de Carlos Pellicer. Garrido leyó con sus oídos el texto completo pues también se sabía de memoria el soneto “Del hermano sol”, de Pellicer.

Me conmovió la anécdota pues yo subí hasta la recámara de Arreola varias veces a invitación de su hija. Al verme me sonreía con los ojos. En algunas ocasiones no me reconocía. Una mañana, sin embargo, se encontraba más lúcido: con su boca anodóntica me dio una cátedra sobre jabones para el baño. Me citó a Don Valentín Parera (español) que creó un emporio de fragancias en pastillas de jabón como Maja, Maderas de Oriente, y sus herederos: el jabón que perfuma toda España: Henos de Pravia. Fue nuestra última conversación.

Las mujeres escritoras que quiero y respeto por la serenidad de su lenguaje y por la formalidad de sus análisis, a propósito de la obra de Juan José Arreola, son: Hilda Morán del Castillo y la Dra. en Letras Dulce María Zúñiga. De ellas hablaremos la próxima vez.

* Publicado el 24 de febrero de 2007*

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