Published on julio 11th, 2020 | by lavozsur
0La Casa Negra
Los rayos de luz apenas se colaban por los pequeños hoyos del techo en mal estado, el polvo se posaba en todo el sitio, a cada paso que daba había un objeto con el cual tropezarme. Encontré una carta dirigida al propietario de la casa, la curiosidad picaba mis manos, me susurraba abrir el sobre y escudriñar en el interior de la epístola. Me sentía obligado a descubrir lo que contenía la carta.
Abrí el sobre lo más rápido posible.
Mi estimado y más fino camarada.
Le redacto con todo respeto estas letras que le parecerán extrañas y absurdas, pero lo que le voy a relatar pareciera un fenómeno paranormal. Antes que todo, quisiera agradecerle la hospitalidad con la que me recibió cuando me quedé en su casa, pero es precisamente esa noche de la que quiero hablarle. Cuando dormía confortablemente en la habitación, los gritos de una mujer me despertaron a media noche y me arrastraron al terror. Tenía tanto miedo que no tuve la osadía de averiguar su procedencia, por desgracia, los desgarradores gemidos comenzaron a escucharse afuera de mi puerta, comenzaron a rasguñarla como si quisieran entrar. En determinado momento creí que tú ya los habías escuchado, estremecían las paredes con tal fuerza que podrían desplomarlas. Me armé de arrojo, me levanté de la cama a pesar de la poca visibilidad que había y con una suprema decisión abrí la puerta. Encontré a la causante de aquellos aterradores quejidos: tu esposa difunta. Créemelo, estaba pálida y con la herida en la cabeza que le quitó la vida. La vi desvanecerse por esas escaleras arrojando tremendos alaridos que me helaron la sangre. Tu mujer difunta anda aquí en la casa, no descansa. Espero que cuando leas la carta estés lejos y no regreses nunca. Ahí tu vida peligra.
Te estima tu gran camarada
Cuando terminé de leer palidecí. Salí de la casa lo más rápido que pude porque los inquietantes gritos comenzaron a escucharse. Ahora entiendo porque murió ayer el propietario de la casa. Desde afuera miré el edificio nuevamente, estaba ella, me miraba desde un ventanal. Seria. Triste. Sola. Bajé la cabeza en signo de despedida y me retiré despacio.