Ciudad Guzmán

Published on octubre 3rd, 2020 | by lavozsur

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Historias de la Región – María Natividad Colombo: La Hija del Bandido

*Su padre fue el bandido más famosa y temido de la época colonial. Una carta de su madre, quien fue raptada, la cambió de por vida

En la Nueva España del siglo XVIII, en el pueblo de Zapotiltic vivía una bella joven llamada Paula Medina. Tenía 20 años recién cumplidos, era de origen humilde y no contaba con hermanos ni madre, pero tenía un padre que la cuidaba y quería más que a su vida llamado Pablo Medina, el cual se dedicaba al cultivo de garbanzo.

En 1772 un gran asalto con muchos muertos se produjo en el Camino Real de Colima, cerca de Zapotiltic. Los pobladores comenzaron a protegerse como podían y hasta proclamaron patrona a la Virgen de Guadalupe, hecho que aún está escrito en los muros del que fuera el templo principal.

La calma parecía retornar al pueblo cuando una tarde de domingo Paula salió de misa y observó que un hombre la miraba de reojo. Recordó que lo había visto antes en una barranquilla, en actitud sospechosa, y lo ligó con el gran asalto.

Aquel sujeto era el bandido Vicente Colombo, quien unos días después la raptó en una noche de su casa. Paula mostró rechazo por su captor y éste, para tratar de ablandarla, hizo traerle a Juana Barragán, una humilde vendedora de fruta con quien pasaba horas platicando, para que fuera su dama de compañía.

Nueves meses después del robo, Paula dio a luz a una hermosa niña a la que nombró María Natividad. Paula enfermó tras el parto y dos meses más tarde murió. Juana crió a la niña, a quien le guardó una carta que su madre pidió entregarle cuando cumpliera 15 años.

Antigua parroquia de Zapotiltic, consagrada a la Virgen de Guadalupe contra los bandidos

María fue creciendo instruida en la lectura por Juana, y por raro que parezca en altos modales por Colombo, ya que había sido soldado de rango antes de su vida de atracos. Vicente fue tomándole tanto cariño y amor a su hija que comenzó a hacerse de la idea de darle una vida en un futuro de verdadera dama de sociedad.

Hasta se atrevió a idear un plan macabro para presentarse como capitán del Ejército ante la sociedad, desapareciendo al coronel Pedro Miranda. Mientras tanto su hija se había transformado en una hermosa señorita de 15 años. Llegó el momento de que Juana le diera la carta heredada por Paula, donde ésta le confesaba el secuestro del que fue víctima a manos de su padre el bandolero.

Antes de eso, Colombo argumentaba cada vez que María le preguntaba por qué se escondían en las cuevas que lo hacían por ser precursores del movimiento de Independencia.

Paula le pidió a María que bajara de las cuevas y buscara a su abuelo; ella, inspirada por las palabras de su madre, pidió a Colombo que la dejara conocer Zapotlán. Pese a la resistencia inicial, Colombo accedió y, tras pagarle con un costal de oro al Vizconde de Tuneranda, ideó que su hija apareciera en el pueblo con el nombre de María Granados, sobrina del vizconde.

Una semana después una mujer de mediana edad y la señorita María Granados se instalaron en lo que hoy es la Escuela Ma. Mercedes Madrigal.

La residencia de María fue en la actual Escuela María Mercedes Madrigal

Pronto María se volvió amiga de Cecilia, una jovencita que vivía en la casa de enfrente y quien le contó que su padre era militar y que llevaba años desaparecido: se trataba del coronel Pedro Miranda… el mismo que había sido secuestrado por Colombo y a quien prometía liberar sólo si firmaba un documento donde aceptaba un cambio de personalidades, cediendo su nombre al bandido. El Coronel, valiente, resistió; Colombo lo amenazaba con capturar a su hija.

En un día de la feria de Zapotlán, María y Cecilia salieron juntas cuando aparecieron unos bandoleros en lo que hoy se conoce como el Jardín del Rico, las amordazaron y se llevaron a Cecilia. Con ayuda de su sirviente Martín, a quien había interrogado con anterioridad, María sospechó que su padre era el autor de aquel rapto.

Los hombres de Colombo, en cambio, acababan de sufrir un enorme fracaso al ser despojados del botín. El jefe de aquella misión, Andrés Patiño, recibió toda la ira de Vicente y fue enviado a Zapotlán para investigar qué había sucedido con Cecilia. Andrés ardía de rabia por la humillación y decidió traicionar a Colombo: se hizo pasar por un humilde jornalero del Nevado, se acercó al juez inquisidor para delatar a los bandoleros; él planeaba que el gobierno le diera protección para quedarse con el dinero de los asaltos y hasta con María Natividad, de la que se había enamorado.

El juez aceptó que Patiño los guiara hacia una emboscada en una loma. Mientras tanto, María decidió visitar a su padre en las cuevas para liberar al coronel Miranda. La fecha de salida era el mismo día de la emboscada del gobierno.

La joven logró su cometido: fue recibida con beneplácito por su padre y sus hombres, a quienes recompensó con botellas de vino que contenían un somnífero. Cuando todos los bandoleros y hasta Colombo cayeron dormidos, María y Martín bajaron a los subterráneos y liberaron a Miranda. La hija del bandido olvidó el contenido de las botellas, bebió un sorbo para festejar y también cayó en el efecto.

El pelotón subía por el bosque. Entre tanto Martín, al bajar al coronel Miranda, se percató a la distancia de los soldados que se dirigían hacia las cuevas y, pensando en la seguridad de María, dejó al coronel al pie de un camino que lo llevaría a la Loma de los Fresnos (hoy El Fresnito).

El pelotón llegó hasta la guarida de los bandidos. El traidor Patiño amarró a María y, cuando intentaba llevársela, sintió el metal de un cuchillo clavársele: era Martín, el fiel amigo que volvió para salvarla.

En Zapotlán, el coronel Miranda se reencontró con su esposa, pero su hija Cecilia seguía desaparecida. Cuando conoció a María, su voz le sonó familiar pues era la mujer que lo había rescatado del cautiverio.

Miranda comenzó a sospechar que el padre de la mejor amiga de su hija era Vicente Colombo, y por ello la acusó ante el juez inquisidor, tratando así de que diera alguna pista para recuperar a Cecilia. María fue aprehendida y cuando el juez determinó encarcelarla “hasta que no se supiera cuál bandido tenía secuestrada a Cecilia”, una voz sonó:

“Pablo Medina no es ningún bandido”, frente al portón de la sala. Al oír aquel nombre que su madre tanto le mencionaba en la carta, María gritó: “Padre”; Don Pablo, al escuchar la joven voz, se estremeció y le dijo: “Paula, Paula, eres tú”.

Don Pablo contó cómo arrebató a Cecilia de los brazos de un bandido, y que llevaba varios días cuidándola de una fiebre en una cabaña del volcán en compañía de otra anciana mujer.

Cecilia regresó con sus padres. María volvió a Guadalajara, a la casa que su padre habría comprado para ella, puesto que en todo Zapotlán se rumoraba ya que era la hija del bandido Vicente Colombo. Partió junto con Martín, Juana y Pablo. Años después se internó de por vida como religiosa y la casa que habitaba en Zapotlán fue donada para crear un convento.

En memoria de Refugio Barragán de Toscano

María siguió la encomienda de su madre. Se convirtió en una dama de sociedad

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