Opinión

Published on septiembre 8th, 2018 | by lavozsur

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ParticipaSiones #CentenarioArreola – 8 de septiembre de 2018

  • Arreola y Felipe Vázquez

Por Vicente Preciado Zacarías

Todo llega. Todo pasa. La fecha más lejana propuesta para la celebración de un acto o acontecimiento, al principio nos parece difumada en la distancia; pero poco a poco se va acercando hasta que de pronto nos vemos en las vísperas del suceso, luego en plena celebración y, por mucho que duren los festejos o tornabodas -como se decía antiguamente- el acto, el aniversario y la celebración se van alejando por el río de la vida hasta perderse en la línea del horizonte. Se van también las voces, gentes, actitudes y perfiles de quienes intervinieron y sus siluetas se van desdibujando a las 24 horas, a los ocho días, al mes, al año. Luego viene el piadoso olvido.

De esta manera pasó la celebración del 90 aniversario del natalicio del maestro Juan José Arreola. No voy a detenerme en detalles, en aciertos y errores que en dicho acontecimiento conformaron un todo, pues no vale la pena puntualizar en hechos que como producto humano, ya se dijo, se van a ir alejando como fantasmas al correr de los días hasta perderse en el tiempo. Sólo podemos decir con el mejor apego a la verdad: fueron más los aciertos que los leves errores.

Y dentro de los grandes aciertos de los organizadores fue sin duda la visita e intervención del maestro Felipe Vázquez cuyo ensayo sobre el silencio en la palabra de Arreola, me pareció de lo más formal, profundo y categórico, pues mientras otras gentes se extendían en detalles de personajes sexológicos en “La Feria”, la única novela del maestro Arreola, enumerando prostitutas, mancornadoras, maridos cornudos o engañados, lesbianas, desviados sexuales en el género masculino, violadores, alcahuetas y mutilados, y traían a la mesa del discurso la serie de dicharajos obscenos y burlones que se citan en “La Feria”; además de señalar actos maritales en masa como el que se describe cuando después del temblor que es como el ónfalo sacro de la novela, el pueblo se va a dormir al Jardín 5 de Mayo y allí las autoridades municipales tienen que imponer el orden por el desencadenamiento de actos copulativos de las parejas.

Esta lista de voces y cosas ni siquiera es del lenguaje de Juan José. Está tomado del habla popular y de los textos evangélicos, principalmente de Isaías Ezequiel (hace 19 años lo publiqué en mi libro “ParticipaSiones” como un señalamiento hecho por el propio Juan José Arreola y hoy todo mundo lo repite), Felipe Vázquez tomó en forma académica en sus manos un tema lingüístico a propósito del lenguaje de Juan José Arreola, ese lenguaje al que casi nadie accede ni como lector común y corriente, ni como estudiante de la carrera de Letras, ni como habitante del pueblo de Zapotlán, ni como uno de tantos organizadores que se desviven por llenar estos homenajes con su presencia y con su voz…

Felipe Vázquez hace pocos meses publicó en una revista universitaria de Puebla un largo y muy fundamentado artículo tratando de zanjar esa vieja, dolorosa y casi delicuescente disputa entre la obra de los juanes: Juan Rulfo y Juan José Arreola, y que a veces, para deleite de mediocres lectores y paraíso de periodistas y redactores de enfermizo criterio, es la tinaja de agua donde exprimen sus almas mugrientas.

Felipe Vázquez ha tenido valentía, fundamentada en una larga, profunda y metódica labor de investigación seria y formal a más no poder, de encabezar la cruzada para comparar justamente a los dos escritores de Jalisco, teniendo como resultado de su larga y metódica labor la revaluación de la obra de Juan José Arreola por encima de la de Rulfo, dándole a cada uno su lugar, ganado a partir del estudio a fondo de sus obras (y no nada más de los textos superficiales y pueblerinos de Arreola que, por fortuna, son pocos). Se ha enfrentado a los rulfianos o rulfinistas del Distrito Federal despertando en ellos una fuerza de choque dogmático y feroz que él –Felipe Vázquez– ha resistido a partir, ya lo dije y lo repito, de sus ensayos bien estructurados, perfectamente amparados por una variada y múltiple bibliografía nacional e internacional en por lo menos cuatro idiomas diferentes.

Otro individuo respetuoso de la vida y obra de Juan José Arreola es Felipe Garrido, cuya presencia en el festival estuvo poco menos que desapercibida tal vez debido al mal tiempo imperante, representado por un chubasco de los peores que se ha abatido en el valle, a la hora de su conferencia dicha de memoria y estructurada a base de anécdotas y detalles pero que el fin no le salió del todo mal.

Me vienen a la mente todos estos pormenores porque fue el día de hoy sin esperarlo, ni siquiera pedirlo, me fue concedido el obsequio de un DVD con la película de Alexandro Jodorowsky titulada “Fando y Liz”. Cinta cinematográfica que vi en el cine “Juárez” hace más de 40 años, en blanco y negro y algunas escenas en color sepia. Esta película fue uno de los capítulos más lamentables en la vida de Arreola.

En un texto casi final en la recopilación que hizo Saúl Yurvievitch en FCE, Juan José da más o menos su versión de lo sucedido mezclando nombres, hijo, un Volkswagen. Es uno de los cuentos o relatos que, para mi gusto personal junto con “Tres días y un cenicero” no son de mi agrado.

En mi libro “Apuntes de Arreola en Zapotlán” (UDG 2003) se retiraron 260 páginas que contenían confidencias, confesiones y señalamientos de Arreola muy delicados que aludían sobre todo a sus relaciones familiares y sus aventuras con distintas y bellas mujeres que poblaron su biografía con sus perfiles categóricos. Él mismo, cuando me relataba sus infortunadas aventuras con estas féminas, me decía: “Nunca vayas a publicar esto. Tienes que prometerlo”. Yo me haría rico publicando un libro titulado más o menos “La mujer pertenecida. Amores secretos de Arreola”, o algo así: Al público, a la plebe, a la chusma le encantaría beber a tragos y atragantándose esta agua turbia. A los críticos de pueblo y de bolsillo, les amanecería oyendo cantar el gallo de la pasión.

No. Nunca lo voy a hacer. Nunca voy a ver “Fando y Liz”, el regalo que esta mañana me hizo un alumno de buena fe. Debo conservar mi respeto por Juan José aun cuando otros no lo hagan incluyendo serios investigadores de su vida y obra. Yo vi lo que sufrió Arreola por causa de esta pasión. Yo vi cómo se arrepentía de haber participado en esta infortunada cinta cinematográfica.

Cuando mi libro “ParticipaSiones” se presentó en el Claustro Británico en la Ciudad de México, estuvo presente el psiquiatra Jorge de la Peña, hermano del poeta Luis del mismo apellido. Se acercó y me dijo: “Tengo de paciente a Diana Mariscal (la bellísima mujer desnuda en la cinta ‘Fando y Liz’); hoy es un tonel de grasa. Adicta y farmacodependiente. Tengo dificultades para tratarla analíticamente; su único puerto de entrada es el nombre de Arreola. ¿Me puedes regalar tu libro para documentarme sobre este escritor y poder ayudar a este resto de mujer que él tanto apreció?”

Renuncio a textos a los que Arreola mismo renunciaba. “’La Feria’ no goza de mis preferencias; me arrepiento de haberla escrito”. Eso decía el maestro Arreola. En cambio debo inmergirme en las páginas de un texto formal, profundo y respetuoso como lo es el de Felipe Vázquez. Vale.

 

* Este texto se publicó en la edición de La Voz del Sur de Jalisco del 4 de octubre de 2008. Durante dos décadas el doctor Vicente Preciado Zacarías participó de sus pasiones en una columna.

 

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